Antes de empezar la crónica, creo que es conveniente explicar que son exactamente las brevets, ya que aunque quizá es una de las modalidades más antiguas del ciclismo (la primera PBP fue en 1891 y la primera BRM en 1921), también es cierto que no es una disciplina excesivamente conocida en el mundillo ciclista.
¿Qué son las brevets?
Según la web de referencia www.randonneurs.es, una brevet “es una ‘licencia’ o ‘patente’ en francés, que aplicado al cicloturismo significa otorgar al participante un “título” o “diploma ” por realizar un recorrido dado, que incluye unos puntos de paso obligatorios en los que hay que sellar un carnet de ruta. Las Brevets son etapas de gran fondo (mínimo 200 kms.), no competitivas, que se realizan en carreteras abiertas al tráfico, y que se han de completar en un tiempo máximo prefijado. Las distancias a cubrir en las brevets son: 200, 300, 400, 600 y 1.000 kms., así como los 1.200 kms de las superbrevets“.
En resumen, una brevet huye del espíritu competitivo que cada vez abunda más en las machas cicloturistas típicas (aunque en los reglamentos de éstas ponga que son pruebas de carácter no competitivo la realidad es que la amplia mayoría se han convertido en carreras encubiertas) y busca que el ciclista o randonneur se reencuentre con el espíritu aventurero y retador de las grandes distancias.
¿Cómo descubrí las brevets?
Como casi todo en esta vida, mi descubrimiento de las brevets vino por mera casualidad. Durante la semana de la movilidad de San Sebastián, acudí junto a un amigo a ver la proyección del documental “Brevet” que sigue a 3 participantes a lo largo de su participación en la prueba Super Randonnée por excelencia: la París-Brest-París.
En aquel momento me pareció una locura, pero también algo bonito. Eso sí, no entraba en mis planes. Sin embargo comencé a leer acerca de este tipo de pruebas y a ver que, según lo que contaban, eran citas con un marcado carácter popular en el que todo el mundo se ayuda mutuamente y el ambiente es de compañerismo absoluto. Algo que encaja perfectamente con mi manera de entender la bici.
A partir de ahí, mi objetivo fue buscar información y dejarme aconsejar por los grandes veteranos que tenía tan cerca sin siquiera saberlo (Willow y Mikel me han dado grandes consejos).
Mi primera Brevet 200
Así pues, y viniendo de un periodo tan grande de inactividad (aunque ya estaba andando un poco la verdad es que no estaba teniendo continuidad) decidí que introducirme en este mundo podía ser algo interesante, por lo que me propuse hacer, a lo largo de 2019, al menos una Brevet 200 y una Brevet 300.
Dicho y hecho: me puse a investigar calendarios y también en manos de un entrenador de confianza que me marcase el camino porque a mí mismo no me iba a hacer caso.
Una vez que encontré información y vi qué Brevets se celebraban en España, me decidí por Zaragoza por pura logística, ya que eran las que me venían más cerca. A partir de ahí, tocaba ponerse manos a la obra.
16 de marzo: el día D
En octubre comencé a entrenar y ayer por fin me enfrenté a mí mismo y a mis propios miedos en Zaragoza.
Aunque sabía que había hecho la tarea y el cuerpo me daba señales de que las cosas podían ir bien, el hecho de no haber pasado nunca de 120Km en una salida hacía que en mi cabeza surgiesen muchas dudas: “¿Seré capaz?”, “¿Sabré dosificarme o me apajararé?”, “¿Dónde me estoy metiendo?”
El viaje, mejor de víspera
Al ser recorridos tan largos (aunque la gente habla de 600Km como si fuese como ir a por el pan), las salidas se dan a horas bastante tempranas. En el caso de ayer, la salida era a las 7.00 a.m., lo que hizo que me decantase por viajar de víspera desde Pamplona para poder descansar mejor.
Tuve la suerte de que mi mujer me acompañara (siempre es genial tener ese apoyo) así que llegamos, nos fuimos a cenar (carga de hidratos) y pronto a la cama porque había que madrugar.
El comienzo
Como era “el nuevo” cuando llegué a confirmar la inscripción no conocía a nadie (hasta que llegaron las hermanas Iturzaeta), aunque todo el mundo me trató estupendamente.
Recogí mi carnet de ruta, donde durante el recorrido tuve que sellar en diferentes puntos de paso y ultimé los preparativos (bidones, barritas…).

Los primeros kilómetros
Como éramos bastantes (unos 80), se decidió dar la salida en 2 grupos más pequeños para no tener problemas de tráfico.
Empezamos y, tras salir de la zona urbana, fuimos cogiendo ritmo. ¡Y qué ritmo! Prácticamente todo el rato por encima de los 30Km/h. Si bien es cierto que rodar en grupo facilita mucho las cosas, en mi cabeza resonaba un “200Km son muchos. A esta velocidad no sé yo…”.
Por supuesto luego se fueron haciendo grupos más pequeños y cada uno fue cogiendo su velocidad, aunque el ritmo siguió siendo bastante aceptable.
Casi sin darnos cuenta llegamos a la primera parada, donde teníamos que sellar el carnet de ruta (Gelsa de Ebro, Km. 50). Aprovechamos para tomar un café y comer algo rápido y enseguida continuamos la ruta.

Sumando kilómetros
Entre el primer y el segundo punto de control reconozco que tuve mi primera mini-crisis: no había comido mucho hasta ese momento (lección nº 1 aprendida: llevar más comida) y empezaba a notarlo. Un rápido vistazo al GPS y la cabeza empieza a hacer de las suyas: “Llevamos 80Km, quedan 120 y me duelen las piernas. Esto pinta mal…”.
Pero por suerte, el segundo punto de control estaba cerca (La Puebla de Hijar, Km. 93) y aproveché para tomar algo sólido y un refresco que me recompusieron bastante.

Comiendo de restaurante
Así continuamos con unos cuantos repechos cortos pero intensos y un terreno algo rompepiernas, hasta el Km. 128 donde, para mi sorpresa (en realidad la sopresa fue unos Kilómetros antes cuando me enteré) paramos a comer, pero de verdad: menú, postre y café.


Una hora de parón que, pese a que hace que las piernas se atasquen durante los primeros minutos de reanudación, se agradeció mucho, ya que echarle gasolina al cuerpo es una de las partes importantes en este tipo de pruebas.
Últimos kilómetros: calor
Fue un día con mucha amplitud térmica, desde los 5ºC de la salida a los 25ºC con los que llegamos a la meta, por lo que todo lo que a primera hora hacía falta acabó sobrando.
Tanto es así, que al desprenderme de las perneras, dejé que mis piernas se expusiesen al sol por primera vez en todo el año, con la consiguiente quemadura en el gemelo como recuerdo final.
Por supuesto, al faltar pocos kilómetros la cabeza comienza a relajarse y fue el segundo momento de minicrisis: cuando ya crees que está hecho pero en realidad no.
Final: Objetivo cumplido
A las 17.00h llegamos al punto de destino: último sello en el hotel y carnet a la urna, listo para ser homologado por el Club Audax Parisien, organizador de la PBP y encargado de dar validez a todas las Brevets.

Cansancio acumulado pero menos de lo esperado, con menos dolor de piernas del que pensaba. Eso sí, la fatiga general también se nota un poco.
Próximo objetivo: 13 de abril, Brevet 300.
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4 Comments
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Hola Javier, bonita crónica! El sabado estuve rodando a tu vera buena parte del día, y también era mi primera Brevet. Veo que tienes en mente la de 300, así que, me lo voy a pensar! De momento este próximo fin de semana la Bilbao-Bilbao
Hola Rafa. Disfruta de la Bilbao-Bilbao (cuidado que es mucha gente) y nos vemos el día 13, así que no te lo pienses mucho, jeje.
[…] que dicho y hecho, me embarqué y realicé mi primera brevet en Zaragoza, de la mano del C.C. […]
[…] Esta página web francesa pero con interface en español, tiene un diseño bastante intuitivo y amigable. En su versión gratuita tiene ciertas limitaciones como el límite de puntos máximo, pero no supone un gran problema salvo en rutas de más de 200Km. […]